[Bésame, estúpido] 16
Homenaje
Una preguntita al pasar, si les apetece: ¿cuáles son para ustedes los títulos más hermosos de películas o libros? Solo los títulos. Algunos que me gustan:
–De repente el último verano –Tennessee Williams
–La noche de la iguana –TW
–Un gato sobre el tejado caliente –TW
–Verano y humo –TW
–Matar un ruiseñor –Harper Lee
–Bajo el volcán –Malcolm Lowry
–El oro de los tigres –Jorge Luis Borges
–Las armas secretas –Cortázar
–Fragmentos de un discurso amoroso –Barthes
–Bonjour, tristesse –F. Sagan
–Una mujer es una mujer –Godard
–Ascensor para el cadalso –Louis Malle
–Teorema –Pier Paolo Pasolini
–Psicosis –Hitchcock
–Los 400 golpes –Truffaut
–Al este del paraíso –John Steinbeck
–A sangre fría –Truman Capote
–Qué porquería es el glóbulo– José Luis Firpo
–La mosca es un incesto –José Luis Firpo
–Les valseuses o Las pelotas o Las que cuelgan –Bertrand Blier
–La bestia del corazón –Herta Müller
–Setenta veces siete –Dalmiro Sáenz
–491 –Vilgot Sjöman
–Homenaje a la hora de la siesta –Leopoldo Torre Nilsson
–Reflejos en un ojo dorado –Carson McCullers
–Noche y niebla –Alain Resnais
Matadores y matadoras
Los matadores, i mattatori
Texto publicado en Cuadernos Waldhuter
Reflexiones alrededor de 3 grandes actores, los así llamados mattatori
Alfredo Alcón, Laurence Olivier, Vittorio Gassman
Vittorio Gassman
Gassman
Me gustó mucho en cine. ll sorpasso de Dino Risi estaba hecho para él: divertido, invasor, desenfadado, jugando al borde del estereotipo sin caer nunca en él, todo lo contrario de Mastroianni, que trabajaba desde lo medido y la contención, hasta en los disparates. Hace poco vi en TV un enfrentamiento que tuvo Gassman en un seminario multitudinario de Carmelo Bene, un endiosado por los demás y por él mismo. En ese duelo de ideas y confrontaciones sobre la actuación, Gassman llevó las de ganar, se mostró inteligente y humano, irrespetuoso y verdadero, mientras Carmelo Bene bizqueaba y se hacía el santito con aureola y todo, lleno de palabras vacías: Yo soy el poeta, yo soy la poesía, y además soy el verdadero teatro, etc. Luego vi con desconsuelo, hace minutos, por Gassman, unas lecturas de La divina comedia. Altisonante, excesivo, la mirada hueca, la voz trémula de énfasis, los gestos ampulosos, simétricos, como los de Al Pacino. Me dio vergüenza y no pude seguir mirando.
Laurence Olivier
Rey Lear
Siempre me saturó: la voz impostada, el aire real –de realeza. Algo que se le escapaba descontrolado lo evidenciaba y hacía que su tórax se inflara henchido de sí, de aire vano. Un globo.
Luego vi en Italia en 1983 la versión de un buen director, Michael Elliott o Peter Hall, de Rey Lear, hecha por un Lawrence Olivier ya viejo. Se podía ver en TV en un acontecimiento especial de la RAI junto a la BBC: Olivier doblado por Enrico Maria Salerno o, sintonizando la TV con la BBC, la versión original. Así como la voz de Salerno era rígida, estruendosa, impostada y falsa como la de Gassman haciendo Dante –supongo que también Enrico se sentía un Dios–, lo de Olivier era simple y conmovedor. Musitaba las palabras en un lamento casi inaudible. El final del pobre rey viejo y loco, perdido en un terreno descampado, brumoso y solitario, fue una de las mejores actuaciones –en teatro– que yo haya visto. En blanco y negro, lo que hacía todo aún más hermoso.
Alfredo Alcón
Alcón
Por la calle muchas personas se me quedan mirando. Dicen que me parezco. Me parezco a un muerto.
Prisioneros de una noche, de David José Kohon, es para mí una de las mejores películas argentinas. Todo lo que vi después de Alcón me pareció horrendo, tanto los próceres y milongueros como sus intervenciones en la tele. Vacío y estereotipado, solemne, pago de sí, narcisista. Yo no le creía nada y terminaba apagando la televisión o no yendo al cine. En cambio, cuando hablaba sobre el teatro y la actuación era genial, certero y amplio. Decía, en mis palabras pobres, que el actor reescribe en escena el texto del autor. Lo opuesto a lo que él, desbordado, hacía. Fui entonces a verlo, lleno de prejuicios, en Los caminos de Federico, sobre textos de Lorca, dirigido por Lluís Pasqual. Lo vi desde el gallinero. Sentí y siento que es la actuación en teatro más extraordinaria que haya visto. Desde lo alto se podía observar en el escenario su movimiento esencial, para apoyarse y proyectarse en las palabras. Levitaba. Lleno de una energía extrema y delicada a la vez, se movía constantemente a unos centímetros del suelo, parecía que tomaba vuelo. ¡Finalmente! Pasqual consiguió armonizarlo y potenciarlo. Dar con él. Alguien tenía el secreto para que aflorara su talento.
Las matadoras
para Anna Karina y Agnés Varda
Hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir. Y un tiempo para Vivir su vida, una de mis películas. Murió Anna Karina, esa maravilla, es que una mujer es una mujer, une femme est une femme.
Todo el día de ayer tuve una sensación de fuerza, de vida, de remolino y de avalancha. Y también de desastre, que algo se incubaba y era fatal. Creo que intuía esta pérdida.
Vivir su vida
Un día pleno, poco antes de la pandemia: pleno de vida, de muerte, de felicidad, de nada, de amistad y de vainas. Hice cositas, trámites y me metí a ver Varda por Agnés, y me sentí volar, y hace años que no me venía de aplaudir cuando una película dice Fin, y solamente fuimos tres personas las que aplaudieron, en un cine bastante lleno de gente aparentemente afín, oh, ¿qué pasó en la vida de la vida de las personas?, y después me fui a comer con una amiga y fue hermoso, hasta encontramos el título de uno de mis libros que vienen, LASTIMADURA, y después al llegar a casa ni quise ver en la tele la realidad del país, que me da pena de tanta fe y desesperanza mezcladas, incoherentes y desajustadas, y ahora estoy aquí y lo único que quiero es hacer un homenaje a Agnés Varda, que es una maravilla, que fue, que es, que fue, que es, que fue, que es…
Varda
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