La vida descalzo: sobre Viejos, de M. Night Shyamalan

Durante décadas M. Night Shyamalan trabajó en producciones que dividieron las aguas, y su última película, filmada en una idílica playa, no es la excepción. Dueño de destrezas técnicas reconocibles, pero también de decisiones estéticas fallidas, la obra del director nacido en la India suele bailar en la oscuridad: desconcierta, sorprende y hasta provoca cierto humor involuntario. En Viejos, su reciente estreno, el incorregible director de La dama en el agua (2006) vuelve a apagar la luz.

Guy (Gael García Bernal) y Prisca (Vicky Krieps) están atravesando una crisis de pareja. Junto a sus dos pequeños hijos buscan un hotel con vista al mar para recomponer su relación. El casting es el primer problema. Cuesta cree en el vínculo que el actor mejicano y la actriz europea dicen tener, cuesta creer que hubo fuego ahí en donde ahora vemos cenizas. Sigamos. El amable gerente de la empresa les ofrece una excursión que no podrán rechazar (una playa alejada, exclusiva, con traslado y comida). Vamos. En la combi que los trasladará -conducida por el mismismo M. Night Shyamalan-, la familia conocerá a otros turistas que se hospedan en el mismo hotel. Una psicóloga y su pareja, un médico y sus familiares (psicología y medicina, dos disciplinas que están en el centro de la cultura terapéutica que la película coloca en primer plano). Pero los problemas, por supuesto, no tardaran en aparecer. Si en las vacaciones tememos que el tiempo pase demasiado rápido, estas playas no son aconsejables, porque envejecen a sus visitantes en un minuto: una herida se cicatriza en un instante, los niños crecen en un abrir y cerrar de ojos; la vida pasa en un día, descalzos en la playa.

Como la perturbadora Midsommar (2019), de Ari Aster, Viejos intenta construir su atmosfera bajo el sol, en un escenario iluminado y paradisiaco. Quizá no sea casualidad que el director indio haya elegido a Alex Wolff -protagonista de El legado del diablo (2018), también de Aster- para interpretar al hijo menor del matrimonio protagonista. En este sentido, tal vez no sea exagerado buscar un puente que conecte la filmografía del responsable de El último maestro del aire (2010) con la del joven cineasta neoyorkino. En ambos hay una tendencia a llevar al extremo las posibilidades de un guion, aunque Aster, acertadamente, se sumerge un poco más en las profundidades mientras que Shyamalan opta por regresar a la playa, dejando la expedición marítima a medias.

Viejos trata sobre unos de nuestros peores miedos, el que provoca el inevitable paso del tiempo. Se necesitaba una apuesta arriesgada para trasladar este tema a la pantalla grande. Deseando tener algo de Alfred Hitchcock el personaje que encarna Shyamalan observa a las víctimas de la playa desde una montaña indiscreta. Una metáfora muy remarcada a estas alturas. En todo caso, cuando uno termina de ver el filme, nota que el que envejeció es el mismo que en la historia creía no estar preso porque miraba desde arriba a sus personajes.